El vasito medio lleno...
Hace un rato escuché algo que me rompió la cabeza... me hizo reflexionar, es decir, creo que cumplió su cometido.
Muchas veces nos pasan cosas que no son justamente lo mejor que nos podía ocurrir. De hecho, son, a nuestro entendimiento, lo peor que podía pasarnos, lo que cagó nuestras vidas, gracias a lo que, nunca podremos salir adelante.
Muchas de estas situaciones, de hecho, yo diría que las peores, se dan siendo nosotros pequeños seres, infantes que no llegaron aun ni siquiera a la adolescencia. Después, estas cositas, no nos permiten salir de dicha adolescencia, manteniéndonos fijados a un hecho o hechos que existieron hace mucho tiempo, pero que sin embargo, no hemos podido elaborar, tramitar, asimilar, aceptar a nuestras vidas. Muchas veces son hechos insignificantes si los comparamos con grandes cosas que pasamos mucho más adelante en nuestras vidas, de manera consciente, a sabiendas de el daño o placer que pueden causar. Sin embargo, no vemos estas grandes cosas.
Muchas veces, grandes cosas también ocurren en nuestra niñez. El problema es que somos niños, y por ahí no les damos el real valor que tienen para nuestra vida. Son todos placeres parciales y momentaneos, sin mucha importancia consciente en ese momento, pero que, después, con los años, nos harán lo que somos.
Lo más triste de todo, es que estos insignificantes pero hermosos momentos de nuestra vida temprana, la más de las veces son olvidados, suprimidos, anulados, hechos a un lado de nuestras vidas, como si nunca hubiesen ocurrido, e incluso para algunos, son material de verguenza y pena.
Nos metemos de lleno en la problemática actual, y perdemos de vista la facilidad que teníamos cuando éramos pendejos para safar magicamente de situaciones que ya siendo adultos, nos trauman de por vida. Como salvávamos a todos nosotros mismos siendo Luke Skywalker, Leono o He-Man. COmo siendo Superman volábamos y todos nos amaban. Como podíamos pasar largo tiempo jugando a la bolita o al chupi con las figuritas, sin que nada del mundo pudiera cambiar el placer que dichas actividades nos causaban.
El placer que sentimos cuando conseguimos la última figu del albúm de "Italia 90", por la cual dimos un pilón de como 200 figuritas con tal de obtenerla, y la cual buscamos por todo el patio de la escuela durante semanas, viendo las figus de todos los pibes de la escuela hasta 3 y 4 veces en un solo día.
Como nuestros viejos eran lo más grande que había. Podían hacer todo, nos llevaban a todos lados, podían hacer asado, podían jugar a la pelota, queríamos ser como ellos.
¿Por qué perdimos todo eso? ¿Por qué? No tengo idea.. pero me puso muy triste darme cuenta de que lo había olvidado. De que había olvidado quien era y por qué lo era.
En esa época no me hacía problema con que iba a pasar mañana con la nena de 1er grado que me gustaba, sino que simplemente iba y le pedía que fuera mi novia, porque sentía que todo saldría bien, y eso era lo que importaba. Si salía mal, bueno, todavía estaban los chicos para jugar a la bolita. No era gran cosa.
Ahora todo cambíó. Ya soy adulto.
Como adultos, sufrimos por todo. Porque cambiamos, porque no lo hacemos, porque tenemos plata, porque no la tenemos, porque amamos, porque no, porque nos aman, o porque no lo hacen.
Si tan solo pudieramos jugar a la bolita, todo sería más fácil y más agradable.
Desgraciadamente, ya no podemos. Tenemos responsabilidades. Tenemos hijos a quienes cuidar. Tenemos padres, abuelos, tios, novias, mascotas que esperan de nosotros lo mejor, como nosotros lo esperábamos de papá y mamá en esa época.
La única que nos queda para salir un poco de nosotros adultos, es recordar de vez en cuando a nosotros niños, que tanto hicimos, y no nos dimos cuenta. Que tanto amamos y no nos dimos cuenta. Que tanto soñamos, y no nos dimos cuenta.
Y ahora SOMOS, ahora TENEMOS, ahora AMAMOS y NOS AMAN... y no nos damos cuenta.